sábado, noviembre 25, 2006

Deconstructing: Yo r c h !

Un niño tiene un juguete nuevo, es su juguete favorito, mejor aún: su único juguete; el único juguete que recibirá. Otros niños también tienen el suyo, es un juguete que puedes usar como quieras, algunos se divierten con el más que otros. Unos dicen que no lo quieren, es estúpido este juguete, pues algún día crecerán y tendrán que abandonarlo, entonces ¿para que perder el tiempo? Algunos se quejan de que el suyo no es del color que querían, o del modelo que querían, pero no hay cambios, juegas con ese o no juegas.

Un día el niño se da cuenta de que, su juguete no está en las mejores condiciones, no funciona como debería, y se enfrenta a dos posibilidades:

Terminar de jugar lo que resta de su niñez con su juguete deteriorado.
Desarmar el juguete y averiguar que pieza es la que está suelta.

Pero si desarma el juguete puede no saber como armarlo otra vez, incluso podría ni siquiera encontrar el fallo, después de todo es su juguete, el sabe como jugar con el pero no necesariamente sabe como funciona, el no fue quien lo hizo.

Si el niño no es conformista, y es un caso extraño en un mundo donde solo te dan un juguete, lo desarmará.

Yo soy ese niño.

El juguete es mi vida, podría parabolizar eternamente, pero no es necesario...ya vieron la relación.
Mi vida no está funcionando exactamente como yo quisiera, puedo dejarlo así y llegar a donde pueda, o puedo apostar doble o nada a mis cartas….

Es lo que debo hacer, desarmar a Yorch!; no sé si pueda armarlo de nuevo; pero no viviré con la duda.

Siendo niños, muchos de nosotros tenemos las reacciones más inteligentes de nuestras vidas. Con la adultez el ¨ sentido común ¨ se adueña de nuestros actos y los condiciona, nos comportamos siempre atendiendo a lo que la sociedad piense; nos convertimos, antes de tiempo, en ancianos autómatas amargados sin otra cosa que hacer que tramitar tediosos documentos que no dejan de llegar, nos marchitamos detrás de un escritorio, recibiendo ordenes de alguien que se marchitó muchos milenios atrás y a quien no le importan nuestros sueños, porque hace edades que perdió los suyos. No nos gusta el trabajo, pero necesitamos el dinero, el seguro, los beneficios. Y así, pasan los años. El hecho, estimadísimos amigos es que si fuéramos niños lo más probable es que tras un pataleo hubiéramos rechazado de forma tajante la situación y mandado al caramba el trabajo, sin importar el dinero, el seguro, los beneficios o cualquier otra cosa.

A prima vista puede parecer una decisión estúpida, pero no necesariamente lo es. El que no se arriesga, no pierde; pero tampoco gana.

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