martes, noviembre 28, 2006

Importantizando cosas. (Las Originales y las Falsas Tambien)

Hay un guardián en la puerta, es un hombre alto y fornido que a pesar de la negritud de la noche lleva puestas unas gafas oscuras, un grupo de jovencitos se detiene frente a él, e instalan una conversación en la que se puede adivinar que ellos piden y él niega. Uno de los jóvenes se acerca un poco más a la bestia cuello de toro, y el cebú lo impele hacia atrás con solo afincar un poco la punta de los dedos sobre el pecho del imberbe.
La escena me trajo a la memoria un hecho acontecido meses atrás, en el cual una joven en pleno disfrute de los mejores años de su vida, la perdió por una tontería. Un caso similar: Jóvenes que querían entrar a un lugar que no los admitía y cuya insistencia degeneró en la más irracional trifulca que le costó la vida a alguien inocente.
Seguí mi camino por la avenida Joaquím José da Silva Xavier, no tenía sentido seguir observando. El Desván seguiría allí, y aunque esos jóvenes entraran o se dieran por vencido; indiferentemente mañana habría un nuevo grupo tratando de repetir la hazaña. Este tipo de situaciones se ha vuelto cotidiano.

El Desván es un lugar al cual tampoco me dejarían entrar a mí; igualmente no me hubieran dejado entrar a la fatídica discoteca en donde fue asesinada la damisela. Son lugares EXCLUSIVOS en los cuales se EXCLUYE a personas por su condición socio-económica, color de piel, apariencia o montura. ¿Quieren saber cual es la principal diferencia entre esos jóvenes y yo?

A MI NO ME IMPORTA UN CARAJO que en El Desván no me dejen entrar, no necesito perder mí tiempo tratando de llegar a un lugar en donde me juzguen por los zapatos que llevo puestos y no por los caminos que he recorrido.
¡Por Dios!, ¿acaso necesitamos que un mulato con unas gafas oscuras y la personalidad de un androide nos diga que nuestro color de piel no es lo suficientemente claro para que en un lugar acepten nuestro dinero?

Nosotros importantizamos las cosas. Las mismas cervezas que me venden en un lugar como ese por 200.00 RD$ (6 US$) son las que me puedo tomar en una tienda de gasolinera por 45.00 RD$ (1.36 US$) sin sentirme presionado por lo que unos hijos de sus papis a quienes todo se lo han dado piensen de mi vestimenta.
¿Debo de pasar un mal rato para entrar en un lugar en donde importe más lo que llevo en los bolsillos, que lo que llevo en la cabeza, el corazón o los pantalones?
¡Pues no! No sé ustedes pero yo creo que ese tipo de cosas seguirá sucediendo mientras uno lo siga permitiendo, nadie es más importante que uno mismo. Y por tanto, nadie me puede decir a mí si soy o no digno de entrar a alguna parte.
¿Propiedad Privada? ¿Fiesta privada? ¡Ellos se lo pierdan! Pero yo no les daré el gusto de decir que un servidor rogó por entrar en un edificio o bailar en una fiesta.

Apelo a sus conciencias, si están de acuerdo conmigo, organicemos un viaje a comer chimichurris donde Beto; si no están de acuerdo conmigo, pues…allá ustedes.
Yo por mi parte seguiré yendo a los gratos lugares en donde se me admita y pueda pagar.

¨ Es para mi, más importante aquella banca de la calle donde escribí una poesía que el hotel de cinco estrellas donde me hospedaré para recibir un Nobel ¨

sábado, noviembre 25, 2006

Deconstructing: Yo r c h !

Un niño tiene un juguete nuevo, es su juguete favorito, mejor aún: su único juguete; el único juguete que recibirá. Otros niños también tienen el suyo, es un juguete que puedes usar como quieras, algunos se divierten con el más que otros. Unos dicen que no lo quieren, es estúpido este juguete, pues algún día crecerán y tendrán que abandonarlo, entonces ¿para que perder el tiempo? Algunos se quejan de que el suyo no es del color que querían, o del modelo que querían, pero no hay cambios, juegas con ese o no juegas.

Un día el niño se da cuenta de que, su juguete no está en las mejores condiciones, no funciona como debería, y se enfrenta a dos posibilidades:

Terminar de jugar lo que resta de su niñez con su juguete deteriorado.
Desarmar el juguete y averiguar que pieza es la que está suelta.

Pero si desarma el juguete puede no saber como armarlo otra vez, incluso podría ni siquiera encontrar el fallo, después de todo es su juguete, el sabe como jugar con el pero no necesariamente sabe como funciona, el no fue quien lo hizo.

Si el niño no es conformista, y es un caso extraño en un mundo donde solo te dan un juguete, lo desarmará.

Yo soy ese niño.

El juguete es mi vida, podría parabolizar eternamente, pero no es necesario...ya vieron la relación.
Mi vida no está funcionando exactamente como yo quisiera, puedo dejarlo así y llegar a donde pueda, o puedo apostar doble o nada a mis cartas….

Es lo que debo hacer, desarmar a Yorch!; no sé si pueda armarlo de nuevo; pero no viviré con la duda.

Siendo niños, muchos de nosotros tenemos las reacciones más inteligentes de nuestras vidas. Con la adultez el ¨ sentido común ¨ se adueña de nuestros actos y los condiciona, nos comportamos siempre atendiendo a lo que la sociedad piense; nos convertimos, antes de tiempo, en ancianos autómatas amargados sin otra cosa que hacer que tramitar tediosos documentos que no dejan de llegar, nos marchitamos detrás de un escritorio, recibiendo ordenes de alguien que se marchitó muchos milenios atrás y a quien no le importan nuestros sueños, porque hace edades que perdió los suyos. No nos gusta el trabajo, pero necesitamos el dinero, el seguro, los beneficios. Y así, pasan los años. El hecho, estimadísimos amigos es que si fuéramos niños lo más probable es que tras un pataleo hubiéramos rechazado de forma tajante la situación y mandado al caramba el trabajo, sin importar el dinero, el seguro, los beneficios o cualquier otra cosa.

A prima vista puede parecer una decisión estúpida, pero no necesariamente lo es. El que no se arriesga, no pierde; pero tampoco gana.

jueves, noviembre 23, 2006


Alquimia sentimental

Mi amiga lloraba, y mientras la escuchaba llegó a mi mente el recuerdo de otra amiga con un caso parecido, entonces, de repente, tuve la sensación de estar viendo un capitulo repetido de alguna serie de televisión. Traté de hacer memoria, ya no eran dos; sino cinco las personas con un caso similar. Me puse el sombrero de analista y me di cuenta de que había un patrón, un patrón que se repetía insolente, infinitamente.
Un momento después mí sombrero de analista se había transformado en un gorro cónico con la leyenda de ¨donkey¨ (burro) cuando reparé en que yo mismo había pasado por esa situación. Entonces, me di cuenta de que los seres humanos somos alquimistas por naturaleza.

El alquimista, o artista de la alquimia, precursor de la química; estudiaba en general las transmutaciones de la materia. Pero indudablemente ha sido ingresado al libro de la historia por un rasgo en particular: su búsqueda de la piedra filosofal, o lo que es lo mismo, su afán incansable por convertir el plomo en oro.

Al igual que los alquimistas de la antigüedad, muchas personas, por no decir todas, tienen la convicción de que, de una manera u otra, podrán cambiar (transmutar, por así decirlo) a otra.

Es el caso de todos los días, de muchas personas, de todos los países. En nuestro subconsciente se teje una idea de como deben ser las personas que nos rodean. Mucho mas particularmente de cómo debe ser nuestro ser amado (a). Nuestro príncipe o princesa, se ríe de nuestros chistes, les encanta a nuestros amigos, es un espécimen delicioso(a) a la vista y tiene nuestros mismos gustos. Nos entiende, sabe lo que queremos sin que digamos una palabra, y está siempre disponible, en todos los sentidos, por no mencionar que sólo tiene ojos para nosotros. Diseñamos, creamos, idealizamos a nuestro(a) amante; dorado(a), precioso, y resplandeciente, porque es de oro.

No obstante, la mayoría de nosotros no busca al individuo soñado sino que agarra al primer * ¨ Juan de los Palotes ¨ tomando, mayormente, en cuenta su apariencia física y le asigna todos los atributos idealizados.

Hemos encontrado plomo, pero lo pintamos de dorado.

Al conocer al nuevo elemento y darnos cuenta de que el peso, el punto de fusión, y demás propiedades no se corresponden con el elemento presumido y que nuestro príncipe se parece más a un sapo que a Brad Pitt, nuestro corazón, más obstinado que nuestro cerebro, descarta la posibilidad de error, mejor aún, considera una solución, sin importar que esta sea la más incierta, la más imposible: transmutar al elemento obtenido en el elemento deseado.

¨ El cambiará ¨, ¨ en el fondo ella es…¨, ¨ ahora a ella no le gusta la música de Silvio, pero con el tiempo…¨, ¨ él dejará de ser discotequero ¨, ¨ ES UNA ETAPA ¨, en realidad él no es así ¨, ¨ CAMBIARÁ ¨, son algunas de las frases preferidas de los alquimistas, optimistas irremediables, siempre esperanzados en que lograrán lo soñado.

Pasamos de la decepción a la obstinación, y por momentos nuestra estatuilla de plomo brilla cual si fuera áurea, o cuando menos argénteo.

Uno de mis confesores me explicaba como había logrado que su pareja se motivara a acompañarle a los lugares que el frecuentaba y de cómo él se sentía feliz porque ella ahora amaba las mismas cosas que él. Meses después el mimo sujeto me comentó como encontró a su amada quejándose ante una amiga de que los recitales de la librería la tenían desquiciada y que no encontraba la forma de decírselo a su novio.

La mona aunque se vista de seda mona se queda, y al inglés aunque se tome el café mucho más le gusta el té. No importa cuanto parezca que una persona a cambiado, en lo profundo sigue siendo igual, solo se ha amoldado a situaciones, por necesidad o conveniencia, ¨ por amor ¨, pero como es de esperarse la verdadera naturaza de las cosas siempre sale a flote.

Para cuando terminé de conversar con mi amiga yo mismo me preguntaba cuantas veces he tratado de aparentar ser oro, cuando en realidad soy plomo, al final todos tenemos un papel en esta historia.

No importa si alguien alguna vez en algún lugar logró cambiar por completo a una persona, o si Nicolás Flamel logró convertir el plomo en oro, lo cierto es que he decidido que conocer a la gente, probar sus propiedades, e identificar a que elemento pertenecen es la mejor manera de tener relaciones perdurables, sin dejar de saber que el oro no es necesariamente la maravilla que la humanidad pinta sino, que para cada situación o para cada gusto un diferente elemento es el ideal.

Además, después de todo, los diamantes son carbono.




*Pido encarecidas disculpas a los puristas que leen esto, ya que en lo adelante utilizaré de manera indiferente el género, por considerar antiestética, fatigosa, e innecesaria la inclusión interminable de (a)s para señalar el carácter neutral de mis referencias.

viernes, noviembre 03, 2006

Contra el Tiempo

Tengo menos de un año, para solucionar las cosas. Para encontrar mi lugar en la vida. El reloj ya está soltando arena.

*Esta es la parte del libro donde las cosas se ponen buenas, si mal no recuerdo le dicen "nudo"

-Yorch. (Silente, Olvidado y Solitario)