jueves, noviembre 23, 2006


Alquimia sentimental

Mi amiga lloraba, y mientras la escuchaba llegó a mi mente el recuerdo de otra amiga con un caso parecido, entonces, de repente, tuve la sensación de estar viendo un capitulo repetido de alguna serie de televisión. Traté de hacer memoria, ya no eran dos; sino cinco las personas con un caso similar. Me puse el sombrero de analista y me di cuenta de que había un patrón, un patrón que se repetía insolente, infinitamente.
Un momento después mí sombrero de analista se había transformado en un gorro cónico con la leyenda de ¨donkey¨ (burro) cuando reparé en que yo mismo había pasado por esa situación. Entonces, me di cuenta de que los seres humanos somos alquimistas por naturaleza.

El alquimista, o artista de la alquimia, precursor de la química; estudiaba en general las transmutaciones de la materia. Pero indudablemente ha sido ingresado al libro de la historia por un rasgo en particular: su búsqueda de la piedra filosofal, o lo que es lo mismo, su afán incansable por convertir el plomo en oro.

Al igual que los alquimistas de la antigüedad, muchas personas, por no decir todas, tienen la convicción de que, de una manera u otra, podrán cambiar (transmutar, por así decirlo) a otra.

Es el caso de todos los días, de muchas personas, de todos los países. En nuestro subconsciente se teje una idea de como deben ser las personas que nos rodean. Mucho mas particularmente de cómo debe ser nuestro ser amado (a). Nuestro príncipe o princesa, se ríe de nuestros chistes, les encanta a nuestros amigos, es un espécimen delicioso(a) a la vista y tiene nuestros mismos gustos. Nos entiende, sabe lo que queremos sin que digamos una palabra, y está siempre disponible, en todos los sentidos, por no mencionar que sólo tiene ojos para nosotros. Diseñamos, creamos, idealizamos a nuestro(a) amante; dorado(a), precioso, y resplandeciente, porque es de oro.

No obstante, la mayoría de nosotros no busca al individuo soñado sino que agarra al primer * ¨ Juan de los Palotes ¨ tomando, mayormente, en cuenta su apariencia física y le asigna todos los atributos idealizados.

Hemos encontrado plomo, pero lo pintamos de dorado.

Al conocer al nuevo elemento y darnos cuenta de que el peso, el punto de fusión, y demás propiedades no se corresponden con el elemento presumido y que nuestro príncipe se parece más a un sapo que a Brad Pitt, nuestro corazón, más obstinado que nuestro cerebro, descarta la posibilidad de error, mejor aún, considera una solución, sin importar que esta sea la más incierta, la más imposible: transmutar al elemento obtenido en el elemento deseado.

¨ El cambiará ¨, ¨ en el fondo ella es…¨, ¨ ahora a ella no le gusta la música de Silvio, pero con el tiempo…¨, ¨ él dejará de ser discotequero ¨, ¨ ES UNA ETAPA ¨, en realidad él no es así ¨, ¨ CAMBIARÁ ¨, son algunas de las frases preferidas de los alquimistas, optimistas irremediables, siempre esperanzados en que lograrán lo soñado.

Pasamos de la decepción a la obstinación, y por momentos nuestra estatuilla de plomo brilla cual si fuera áurea, o cuando menos argénteo.

Uno de mis confesores me explicaba como había logrado que su pareja se motivara a acompañarle a los lugares que el frecuentaba y de cómo él se sentía feliz porque ella ahora amaba las mismas cosas que él. Meses después el mimo sujeto me comentó como encontró a su amada quejándose ante una amiga de que los recitales de la librería la tenían desquiciada y que no encontraba la forma de decírselo a su novio.

La mona aunque se vista de seda mona se queda, y al inglés aunque se tome el café mucho más le gusta el té. No importa cuanto parezca que una persona a cambiado, en lo profundo sigue siendo igual, solo se ha amoldado a situaciones, por necesidad o conveniencia, ¨ por amor ¨, pero como es de esperarse la verdadera naturaza de las cosas siempre sale a flote.

Para cuando terminé de conversar con mi amiga yo mismo me preguntaba cuantas veces he tratado de aparentar ser oro, cuando en realidad soy plomo, al final todos tenemos un papel en esta historia.

No importa si alguien alguna vez en algún lugar logró cambiar por completo a una persona, o si Nicolás Flamel logró convertir el plomo en oro, lo cierto es que he decidido que conocer a la gente, probar sus propiedades, e identificar a que elemento pertenecen es la mejor manera de tener relaciones perdurables, sin dejar de saber que el oro no es necesariamente la maravilla que la humanidad pinta sino, que para cada situación o para cada gusto un diferente elemento es el ideal.

Además, después de todo, los diamantes son carbono.




*Pido encarecidas disculpas a los puristas que leen esto, ya que en lo adelante utilizaré de manera indiferente el género, por considerar antiestética, fatigosa, e innecesaria la inclusión interminable de (a)s para señalar el carácter neutral de mis referencias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

GRACIAS POR SER MI AMIGO
TE QUIERO MUCHO
:)

Anónimo dijo...

Hola Yorch! espero que este si lo recibas.
como te decía, sabes escribir!! te leí y te imaginé diciendolo!, realmente te felicito y te comento que estoy muy de acuerdo con tus comentarios. Nosotros somos quienes permitimos este tipo de tratos. Lamentablemente no te podré acompañar a ese gran lugar donde seremos bien recibidos, pero bueno, algún dia será.

Te seguiré leyendo!!

Un abrazo.